16 de Abril, 2024
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Opinión

Mecánica de la racionalidad - Escribe el Dr. Gabriel Boragina ©

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Mecánica de la racionalidad - Escribe el Dr. Gabriel Boragina ©
 
Respecto a la cuestión de si hay un egoísmo racional y -por contrapartida- otro irracional podemos aceptar esta distinción con las siguientes puntualizaciones: entendemos el racional como aquel que beneficia tanto al sujeto actuante como a quienes interactúan con él. Por contrapartida, el irracional lo definimos como el que lo perjudica a él y a sus semejantes. Como dijimos, asumimos que nadie toma decisiones pensando que lo hace irracionalmente, en el mejor de los casos esa irracionalidad se descubre a posteriori de la acción consecuencia de la decisión.
 
Una persona –por ejemplo- puede tomar un camino que a priori considera el mejor, el más rápido y despejado (elección racional) sea porque lo transitó antes en otra ocasión o porque una fuente confiable (un amigo o un periodista en el noticiero) así se lo aseguró, y, solamente después, cuando toma ese camino elegido -y se encuentra en medio de un descomunal embotellamiento de tránsito- se da cuenta de lo irracional de la determinación adoptada. Entonces, tanto la racionalidad o irracionalidad real de la resolución primera, sólo puede ser conocida a posteriori de la elección adoptada, es decir con su ejecución. Ahora bien, lo resuelto no deja de ser racional por el hecho de descubrir -una vez tomado el camino- que la vía no era expedita, sino que se vuelve irracional en la medida que (pudiendo ir por otras rutas) el sujeto en cuestión persista en continuar en la atascada. Lo irracional no depende de la existencia de situaciones adversas a la efectivización de la determinación adoptada, sino de la voluntad del agente y su reacción ante aquellas.
 
En otros contextos, no es necesaria la ejecución personal del acto, sino que puede y de hecho se descubre su irracionalidad con la realización de actos análogos por parte de otros. Alguien puede concluir racionalmente –por ejemplo- no drogarse o alcoholizarse, no porque ya lo haya hecho antes y advirtió sus efectos malsanos, sino porque conoce las consecuencias negativas de y en otras personas que si ejecutaron tales actos. La decisión racional, en su respecto, es abstenerse de realizar esas acciones.
 
Hay circunstancias, sin embargo. donde la irracionalidad de la elección se conoce a priori, por ejemplo, la del ladrón que planeando un atraco opta por llevarlo a cabo aun sabiendo que existe un altísimo porcentaje de ser atrapado. O la determinación -en otro ejemplo- de escalar un pico elevado siendo consciente de que se carecen de las aptitudes y conocimientos necesarios para el alpinismo, o la del que resuelve cruzar un rio a nado sin saber nadar, son todas elecciones que comienzan siendo irracionales y terminan de la misma manera. Y deberíamos incluir aquí los supuestos de apariencia de racionalidad que hemos esbozado antes.
 
Es cierto que los del párrafo anterior son escenarios minoritarios, pero es bueno considerar que existen. El ejemplo del automovilista que elige un camino creyendo ser el mejor y resulta ser el peor, es el de una decisión que comienza siendo racional y se transforma en irracional por su resultado contrario al esperado al adoptarla, cuando pudiendo elegir rutas alternativas se persiste en continuar en la atascada. A alguien le podría gustar mucho cursar la carrera de física sin tener ni las condiciones, ni aptitudes necesarias para aprobar las materias que la componen. Quien persiste en un trabajo, estudios o profesión para los cuales ha demostrado su más absoluta incompetencia es un egoísta irracional que, en el caso de nuestra definición, se perjudica a sí mismo y colateralmente puede estar perjudicando a otros (familiares y aun a sus potenciales clientes o empleadores en la presunción de que hubiera elegido otra carrera para la cual si se es apto).
 
Este podría considerase el caso más frecuente, dado que al tomar una decisión no conocemos el estado que tendrán todos los factores que van a intervenir en su ejecución. Y también es bastante probable que ni siquiera podamos tener conciencia de cuales serían esos factores, o sólo la tengamos en parte. Puede ser racional elegir una carrera que nos gusta y comenzar a estudiarla, pero pueden sobrevenir circunstancias que impidan continuar cursándola que no pudimos calcular en el momento de iniciarla (mudanzas repentinas, cierre del único instituto donde esa carrera se imparte, problemas personales o familiares, viajes, etc.). como en el ejemplo del automovilista y la ruta, la actitud posterior que se asuma respecto de esas barreras determinará la racionalidad o irracionalidad de la decisión y su consecuente acción.
 
En esta línea se enmarca la de tomar un trabajo que -a primera vista- luzca atractivo o interesante, pero que nos desfavorezca por razones familiares, de distancia, tiempo y/o costos en lugar de otro. Se trataría de un asunto de apariencia de racionalidad o de egoísmo irracional directamente, habida cuenta que, creyendo beneficiarnos la decisión, en realidad, terminará perjudicándonos a nosotros y -transitivamente- a otros. Es irracional auto sumarse costos cuando se tiene la posibilidad de bajárselos.
 
Llegados a este punto, debemos recordar las aclaraciones que Friedrich A. von Hayek hizo en su momento respecto de los varios significados de la palabra egoísmo sobre lo que nos hemos referido anteriormente[1]. Resumidamente, la palabra egoísmo tiene dos sentidos, uno amplio y otro restringido. Por el amplio, incluye todo lo que interesa al individuo (su propia persona, su familia y amigos) y restringidamente, exclusivamente a él y a nadie más. Esto tiene algún parecido con lo que Ayn Rand (en la cita que hicimos antes) llama egoísmo racional en la primer hipótesis, e irracional en el segundo. Pero -como hemos señalado también- Rand y Branden utilizan diversos calificativos para el término egoísmo. Branden, por ejemplo, en su artículo citado en la nota ¡Error! Marcador no definido. llega a hablar también de "egoísmo genuino" (presumiblemente refiriéndose al racional).
 
Todo lo cual parecería indicar que las discusiones en torno al polémico vocablo egoísmo son más que nada -y se reducen en el fondo- a una cuestión terminológica que conceptual. Será inevitable al aludir a la palabra, aclarar en cada contexto en qué sentido se la pretende utilizar.
 
 
[1] Ver nuestra nota "Individualismo vs. egoísmo" y sobre todo en la titulada "Los significados del egoísmo" no publicada actualmente, pero que el lector podrá solicitarnos escribiéndonos a nuestra casilla de correo personal.
 
 
(1) 
 
Individualismo vs. Egoísmo – Por Gabriel Boragina
 
10 julio, 2014  Gabriel Boragina 
 
Que las palabras individualismo y egoísmo son vulgarmente considerados como sinónimos y que gozan de muy mala fama no es, por cierto, ninguna novedad para nadie.
 
Pero lo que si quizás sea una novedad para muchos es que no siempre ha sido así en el curso de la historia. Tampoco fue siempre que coloquialmente ambos vocablos se hayan tomado como sinónimos. Hubo épocas en que estos términos carecían del contenido peyorativo del que adolecen hoy en día. Luego de citar ciertos pasajes donde se lo hacía, explica Hayek: «Sería interesante comparar estos pasajes con exposiciones similares en que los contemporáneos de Ferguson expresaron la misma idea básica de los economistas británicos del siglo XVIII: Josiah Tucker, Elements of Commerce (1756), reimpreso en Josiah Tucker: A Selection from his Economic and Political Writings, ed. R. L. Schuyler (New York, 1931), pp. 31-92: “El punto principal no es extinguir ni debilitar el egoísmo, sino darle una cierta dirección de manera que promueva el interés público promoviendo el suyo propio… La idea principal de este capítulo es demostrar que el motor universal en la naturaleza humana, el egoísmo, puede tomar tal dirección en este caso (así como en todos los otros) de forma que promueva el interés público mediante aquellos esfuerzos que debe realizar para lograr el propio”. Adam Smith, Wealth of Nations (1776), ed. Cannan, I, 421: “Al dirigir la industria de tal manera que su producto sea del mejor valor, él procura sólo su propia ganancia, y en este caso, así como en muchos otros, él es guiado por una mano invisible para promover un fin que no formaba parte de la intención. Tampoco es lo peor para la sociedad el no ser parte de ello. Al perseguir su propio interés frecuentemente promueve el de la sociedad en forma más efectiva que cuando se propone promoverlo”. 
 
Véase también The Theory of Moral Sentiments (1959), IV parte (Novena ed., 1801), cap. i, p. 386.[1]
 
La condición para que se cumpla la fórmula por la cual la acción individual siempre va a mejorar la condición de la sociedad, es sencillamente que dicha acción egoísta no se vea obstaculizada por terceras personas, sean estas particulares o estatales. Nótese la sagacidad de los autores citados en el párrafo anterior, que no se refieren a cualquier actividad, sino a dirigir &»la industria de tal manera que su producto sea del mejor valor&» (Adam Smith). Es decir, no se avalan conductas antisociales, como puede ser la del delincuente o ladrón, sino actividades industriales, hoy diríamos en términos generales económicas. En un contexto más amplio como el de la praxeología de L. v. Mises, habría que hablar de aquella acción humana que no tiene por fin el perjudicar a otros. Pero lo relevante de este punto es demostrar que, en la época en que Hayek sitúa su cita, el término egoísmo no revestía las connotaciones despectivas que ya tenía en la época que el mismo Hayek escribía. Como expresa la cita, los autores de entonces se referían al vocablo egoísmo como sinónimo del «propio interés» necesario -como señala- para promover «el de la sociedad en forma más efectiva que cuando se propone promoverlo”.
 
El mismo Hayek desataca no sólo la valoración del concepto, sino la transformación del mismo sufrida en sentido contrario, es decir su infravaloración seguida a posteriori: «Edmund Burke; “Thoughts and Details on Scarcity” (1795), en Works (ed. en Worlds Classics), VI, 9: “El benigno y sabio creador de todas las cosas, que obliga a los hombres, quiéranlo o no, a buscar sus propios y egoístas intereses, a unir el bienestar general con su propio éxito individual”. Luego que estas afirmaciones fueron consideradas como despreciables y ridículas por la mayoría de los ensayistas durante los últimos cien años (no hace mucho C. E. Raven denominó la cita anterior de Burke “una sentencia siniestra”, véase Christian Socialism (1920), p. 34), es interesante encontrar ahora a uno de los principales teóricos del socialismo moderno adoptando las conclusiones de Adam Smith. De acuerdo a A. P. Lerner (The Economics of Control (New York, 1944), p. 67), la utilidad social esencial del mecanismo de precios es “que si es usado apropiadamente induce a cada miembro de la sociedad, mientras busca su propio bienestar, a realizar cosas que son de interés social general. Fundamentalmente, éste es el gran descubrimiento de Adam Smith y los fisiócratas”.[2]
Sin embargo, no es frecuente encontrar muchos casos como los de A. P. Lerner (citado por Hayek arriba). Con todo, sigue siendo cierto que el mecanismo de precios, cuando es usado apropiadamente, o sea, cuando no es intervenido por el aparato de fuerza y coacción que es el estado-gobierno, «induce a cada miembro de la sociedad, mientras busca su propio bienestar, a realizar cosas que son de interés social general». Es decir, sigue siendo cierto, tal como lo fue en la época de su original formulación que, &»Fundamentalmente, éste es el gran descubrimiento de Adam Smith y los fisiócratas”. Este descubrimiento mantiene toda su vigencia hoy, y la prueba de ello es precisamente el hecho de que allí donde los gobiernos no estorban la búsqueda del propio bienestar de cada uno de los miembros de la sociedad, esta sociedad no deja de prosperar como tal, en cambio donde se ponen impedimentos de todo tipo al egoísmo humano, entendido como se lo concebía conforme a los textos citados antes, la sociedad declina a pasos acelerados.
 
Como hemos dicho en otras oportunidades, el egoísmo es el motor de la actividad humana, al punto que hasta las acciones que llamamos «altruistas» encuentran en el egoísmo su origen.
 
 
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[1] Friedrich A. von Hayek &»INDIVIDUALISMO: EL VERDADERO Y EL FALSO&». Este ensayo corresponde a una exposición pronunciada en la duodécima Finlay Lecture en la University College de Dublín, en diciembre de 1945 y aparece en el volumen Individualism and Economic Order (The University of Chicago, 1948, reimpreso posteriormente por Gateway Editions Ltd., South Bend, Indiana). Pág. 7.
[2] Friedrich A. von Hayek, op. Cit. pag. 7.
 
 
Fuente: Accion Humana.
 
 
 
http://www.accionhumana.com/2015/10/los-significados-del-egoismo.html